Junio, el mes con las mañanas más soleadas y las tardes más inciertas. Por lo menos en mi ciudad es imposible planificar qué vas a hacer a la tarde solo por cómo ha amanecido el día.
Ahora bien, a un buen trozo de bizcocho le importa poco el tiempo que haga: si llueve lo tomas con Cola-Cao; si hace sol, con una horchata.
Ingredientes:
4 huevos
250 gr. de azúcar
100 gr. de nata
230 gr. de aceite de girasol
350 gr. + 1 cucharada de harina
1 sobre de levadura química
250 gr. de fresas
Aceite o mantequilla para engrasar el molde
¿Cómo se hace?
Batimos los huevos junto al azúcar hasta que blanquee y aumente un poco su volumen -lo típico de casi todos los bizcochos. Comenzaremos a añadir la nata batiendo suavemente y, luego, haremos lo mismo con el aceite que verteremos a chorro fino. Es importante no excedernos al batir la mezcla ya que el resultado final podría quedar demasiado pringoso.
Tamizamos los 350 gramos de harina junto a la levadura y las añadimos a nuestra masa hasta que quede completamente integrada y sin grumos.
Cogemos las fresas, las lavamos y las troceamos. Si son medianas, con partirlas en cuatro es suficiente; pero esto va un poco a ojo. Espolvoreamos por encima la cucharada extra de harina que teníamos reservada y rebozamos bien nuestros trocitos de fresa para, después, añadirlas a la masa.
Por último, engrasamos un molde de bizcocho y echamos la mezcla con cuidado de que las fresas queden bien repartidas.
Ya solo queda meterlo en un horno precalentado a 190º y esperar alrededor de 45 minutos o hasta que pinchemos y el palillo nos salga limpio.
Y chimpún. Ya tenemos un bizcocho especial para nuestras tardes de verano.
*Antes de juntar la nata con el huevo, podemos montarla un poco para darle aún más esponjosidad al asunto.
* Si nos sentimos especialmente golosillos - tal y como me ha pasado a mí- podemos ponerle hilos de chocolate por encima como en el Cake de jengibre. ¡Ay, Omá!
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