Roma, la ciudad por excelencia, la clásica, la renacentista, la monumental. Llena de gente, de gatos y de ¡COMIDA!
Aun haciendo uno de los deportes más intensos del momento, el turisteo, durante una media de 13 horas al día; aun caminando sin descanso y corriendo para llegar a los sitios -con la impuntualidad que me caracteriza-; aun con todo... engordamos dos kilos por cabeza en cuatro días. No está nada mal teniendo en cuenta que mi alimentación se basó en pizza, pasta, arroz y bocadillos. ¡Alegría para el cuerpo!
Mi ilusión era probar el tiramisú y con las ganas me quedé. Menos mal que somos algo supersticiosos y tiramos la clásica monedita a la Fontana di Trevi, lo que te garantiza SIN DUDA volver a la estupenda ciudad de Roma.
Para paliar mi desánimo por no haberme comido un tiramisú a la italiana, no dudé un momento en prepararlo nada más llegar a casa.
Aquí está la receta que tenía mi madre guardada en un cajón y que, en su día, fue famosa en la mesa de la Mamma Mia!
Ingredientes:
bizcochos duros de estos que se untan en el chocolate caliente
1/2 litro, más o menos, de café solo templadito
Un chorreón de Amaretto o, en su defecto, de Whisky que también queda bien
1 tarrina de queso mascarpone (250 gramos)
3 huevos
4 cucharadas de azúcar
Chocolate para decorar
Queda bonito, ¡eh!
¿Cómo se hace?
Si todavía no tienes el café hecho, lo primero será poner la cafetera para que, así, de tiempo a que se enfríe un poco. El café tiene que estar templadito: lo justo para que empape bien el bizcocho pero sin que se rompa.
El siguiente paso será separar las claras de las yemas.
En el bol donde tengamos las yemas, añadimos el azúcar y batimos bien. Después, mezclaremos con el queso mascarpone y reservamos.
Por otro lado, montaremos bien las claras a punto de nieve. ¡Pero bien, bien! Cuando ya esté listo, juntamos la clara con la mezcla del mascarpone con movimientos envolventes.
Elejimos nuestra fuente: yo lo he puesto en una tirando a pequeña porque me gusta que quede gordito; pero no hay problema en estirar un poco más el mascarpone para que cunda.
Ahora llega la hora de montar. Es muy sencillo, tipo lasaña:
Primera capa: bizcochos cafeteros. En un plato hondo, ponemos el café y el licor. Cogemos los bizcochos y uno a uno los vamos mojando en el café, que queden empapados pero sin romperse. A mí me gusta contar 1,2,3 para cada lado y suele funcionar. Claro, que también depende de lo caliente que esté el café; hay veces que es mejor la versión extra rápida: "¡undostres!".
Vamos colocando los bizcochos de forma que cubran toda la base de nuestra fuente. Sobre esta capa añadiremos una con la mitad de la mezcla de mascarpone. Y, encima, volvemos a repetir: capa de bizcochos mojados en café y capa de la otra mitad de mascarpone.
¡Ya está! Solo queda decorar. Para ello, a mí me gusta rallar con un cuchillo lasquitas de chocolate -yo utilizo normalmente uno del tipo Nestle Postres- y echarlo como si fuera el queso rayado de esta particular lasaña.
Ahora sí que hemos terminado.
Cositas de interés:
*Según Nuria Roca, y por si os acercáis a Roma, el mejor tiramisú de la ciudad lo podéis encontrar en Pompi. El precio no está nada mal: 3,50€ por un bocado de cielo.
*Está mejor cuando lo dejamos enfriar bien; así que lo ideal sería prepararlo de un día para otro.
*Con lo que me sobró, hice una copa de tiramisú. La técnica es la misma: un par de bizcochos mojados y troceados para la base, los restos de la mezcla de mascarpone, y un buen puñado de lasquitas de chocolate. Esta puede ser una buena manera de prepararlo para alguna celebración.
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